“Zona Sur”
de Juan Carlos Valdivia
El discreto encanto de la
burguesía colla
Por Sandro D. Velarde Vargas
La formación discursiva de cada momento histórico
impone determinados temas para ser abordados por artistas e intelectuales
pintores, escultores, actores y cineastas. Esa es la gran capacidad que tiene
el séptimo arte, que, mediante una historia, refleja como un barómetro la
ubicación espacio temporal, la sensibilidad social, el clima de opinión y los
acontecimientos contemporáneos que vive un pueblo.
De esto se ocupa Juan Carlos Valdivia en Zona Sur, que
emulando a un cirujano, mediante el filo de su bisturí, realiza incisiones
sobre las miserias de una clase “alta” paceña que se ve aislada, solitaria y al
borde de la desesperación por los vientos de cambio que corren, tanto en el
aspecto social, político y económico.
La película muestra de forma claustrofóbica el
encierro de seis personajes totalmente dispares que deben convivir y
desarrollar su vida cotidiana en un hermoso y tradicional caserón que refleja
la nostalgia de las casas familiares, con techos de teja al estilo europeo que
resalta Joaquín Sánchez, director de arte, con una pulcritud que se refleja en
el uso del blanco en gran parte de las escenas convirtiendo al film en una verdadera
sinfonía visual.
De la misma forma, Valdivia no escatima recursos para
desnudar la familia “burguesa” que no tiene dinero para el almuerzo del día
siguiente, pero sí tiene introyectada en su estructura mental de que sí están
llenos de dólares y que son los “jailones” que viven en la zona Sur”, una
especie de estructura simbólica de la apariencia y opulencia, que todo pequeño
burgués aún está seguro de poseer y que quizá todavía no se ha dado cuenta de
que es sólo una quimera.
En Zona Sur, la cámara se convierte en una
protagonista más del drama, con movimientos circulares que representan el
hundimiento de esa endeble familia, una especie de cámara en espiral que va
hacia el abismo.
La psicología de los personajes es bastante compleja,
desde Carola (Ninón del Castillo) madre-padre que reproduce en sus hijos todo
ese falso círculo de apariencias, socapamientos y complicidades con Patricio
(Juan Pablo Koria), su hijo adulado, que se las pasa en su cuarto, o más bien
su motel privado, donde acompañado de su cámara de video y sus patitos
amarillos de hule reproduce las escenas afiebradas de macho. Representa el lado
erótico de Valdivia que también reflejó en la relación de Jonás y Julia en su
ópera prima, Jonás y la ballena rosada, y Mario Álvarez y Blanca en la ducha
del hotel California, en American Visa.
Wilson (Pascual Loayza), de gran actuación, resulta
siendo el padre ausente, ya que se baña en la tina de Carola, usa sus cremas;
resuelve los problemas económicos de la familia, convirtiéndose en tutor del
pequeño Andrés (Nicolás Fernández) que resulta siendo el nexo “entre dos aguas”
la de los indios y la de los de la “clase bien”. Es una especie de esperanza en
su condición de niño inmaculado de prejuicios, que busca inconscientemente esa
especie de encuentro, de interculturalidad de acercamiento con el otro.
Los diálogos entre la servidumbre de la casa en aymara
y sin traducción es otra arremetida intencional de Valdivia, parece recordarnos
lo clandestinos que somos en estos “lares”. Obligándonos a preguntarnos, ¿cuán
iguales o cuán diferentes somos?, habitando los mismos espacios.
Zona Sur es un excelente film que consagra el talento
y la madurez de su director, que va mostrando sus características
cinematográficas, su personalidad, su etilo; es decir, su distinción por
ejemplo: el uso del agua como un elemento recurrente en sus películas. Las
lluvias intensas en Jonás y la ballena rosada que reflejan la soledad del
personaje. Al igual que en la historia bíblica, Jonás se encuentra en el sótano
de la gran casa que va inundándose cual panza de una ballena, devorado por sus
propios fantasmas.
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